La escuela neutra no debe existir, porque deja a la deriva ideológica a los participantes. Se ha dicho, en sentido general, que la neutralidad es una utopía.
Sin excepción, los planteamientos que hacen los individuos siempre se sustentan sobre una filosofía, en el caso que nos ocupa, se descubren las ideas del naturalismo y del agnosticismo, piedras angulares de la neutralidad. El gran problema de la neutralidad radica en su ignorancia ante el poder cultural como hacedora de los mundos de las personas. La escuela neutra construye individuos indiferentes ante las costumbres y creencias de sus ancestros, los coloca de espalda a su propio contexto, cargándoles de un reduccionismo que les perjudica en cuanto a los alcances del desarrollo de la vida y de la civilización.
Al cultivar la idea de que la religión es un asunto privado, que compete a las personas y no a la sociedad, se les están negando a los estudiantes los cimientos del desarrollo humano acumulado durante milenios. Esta idea de que la religión es un asunto de cada uno de los ciudadanos en particular, está enraizadas en el ateísmo, el panteísmo y el agnosticismo, triada –que a mi entender- no han traído nada positivo al género humano.
El mejor ejemplo de que la neutralidad escolar no existe la encontramos en la experiencia de los Estados marxistas, cuyas ideas de neutralidad escolar terminó al tomar el poder, porque convirtieron las escuelas, institutos y universidades en entidades de ideología marxista en donde el derecho a disentir desapareció, junto a la crítica y la libertad.
En la actualidad existe la necesidad de analizar la situación real de las escuelas, porque a nuestro entender, lo que está sucediendo en ellas es un producto de la dejadez social, del enajenamiento del compromiso y la responsabilidad del profesor, de la comodidad de cada una de las familias en particular y del acomodamiento populista de los partidos y de los gobiernos.
Creemos que las cuestiones positivas para los conglomerados humanos sólo se logran a través del rompimiento con la desidia de los ciudadanos, para incomodarles en su dañino confort. En su comodidad, las personas llevan a cuesta grandes irresponsabilidades. Hay que luchar desde las organizaciones civiles y oficiales, para que la gente -en sentido general- vaya asumiendo compromisos y tomando responsabilidades particulares, para aunar esfuerzo hacia una cohesión de iguales en pro de alcanzar los propósitos del bienestar colectivo.
La sociedad tiene que pactar un nuevo contrato social, en donde se trabaje al sujeto como prioridad del Estado. Pero, hay que poner en claro los deberes de las personas para con los demás ciudadanos, para con la sociedad e incluso frente al Estado que sustenta a las instituciones, que sirven de soporte a sus derechos.
La sociedad universal debe ver la escuela desde una perspectiva crítica, para rehacer su talla ética, como fundamento para analizar y afianzar los valores aprendidos en casa.
Hay que analizar y afianzar en combinación con la familia, en cuyo hogar existen niños, adolescentes o jóvenes. Debe ser así, porque los hogares se transforman, de acuerdo al avance cognitivo, de acuerdo a lo que ofrece el mundo tecnológico y a lo que tiene en el ámbito contextual. De ahí, que deba reaprender a criticar y autocriticarse sobre un proceso reflexivo y ese proceso debe ser propiciado, desde la escuela en donde estudian sus hijos.
Visto lo anterior, consideramos que la escuela neutra no debe existir, porque suelta a la deriva a niños, adolescentes y jóvenes, para dejarlos a merced de ideologías que no comprenden. Los profesores no debemos olvidar que la educación es una reflexión sobre lo que queremos comprender y, por ende, hay que enseñar a pensar a los alumnos en vez de adoctrinarles para que sigan patrones prefabricados a imagen y semejanza de las conveniencias de grupos particulares, ajenos a aristas claves de su bienestar.
Igualmente, escuela y familia no pueden olvidar que la ética, es a fin de cuentas, la gestora de la formación del carácter. Y es así, porque de acuerdo a los valores que vive la familia, junto a aquellos que vive la propia escuela, se reflejan los comportamientos de las personas, sin importar edad.
Tanto la escuela como la familia, construyen sociedad. Debido a esta razón es necesario que ambas unidades sociales lleguen a un consenso -para modelar su accionar- como binomio paradigmático, en aras de trabajar la educación con el clave propósito de construir ciudadanos, en coherencia con los principios que ambas enarbolan.
No debemos olvidar, que la ética es intersubjetiva. Y que lo es, porque es un proceso que se desarrolla entre sujetos con el propósito de forjar el carácter de las generaciones.
Para ir terminando, es necesario enfatizar, así como planteo que la escuela neutra no debe existir, de igual forma creo que tampoco la escuela ideológica debe existir. La escuela ideológica es conductista y los seres humanos merecen respeto, por lo tanto, debemos dejarles en libertad de elección para sus creencias.
Soy cristiano, pero, por respeto al libre albedrío, debo propiciar que se trabaje una escuela que desarrolle sus labores sobre la importancia de aprender a pensar en forma particular, como esencia de la libertad y del respeto a los otros. Todos los seres humanos somos iguales, y por esa razón, debemos tener derecho de elección sobre lo que queremos ser y creer cada uno, dentro del contexto social en que nos desenvolvemos.
En conclusión, cada escuela y cada familia debe vivir los procesos educativos desde el compromiso de la libertad individual, sin menoscabo de los derechos de los otros que forman parte del conglomerado, y por ende valen igual que cada uno de los integrantes de la sociedad.
Finalmente, debemos comprender, que los derechos de los demás se sustentan sobre los deberes de cada ciudadano.
Por Francisco Cruz Pascual