Con el diagnóstico de la escuela a mano, el Equipo de Gestión tiene que proceder a la planificación de las acciones de intervención. El primer plan que debe elaborarse, es el Proyecto Educativo de Centro (PEC) que, estando alineado al Plan Estratégico Institucional del Minerd (PEI), enmarcará todas las acciones a ser implementadas en la escuela. En consonancia con este, se deben elaborar los planes de mejora, que son intervenciones de corto plazo que buscan atender deficiencias puntuales identificadas en el diagnóstico. Lo demás, es elaborar Planes Operativos Anuales (POA); evaluación continua, seguimiento y monitoreo, y hacer los ajustes necesarios cuando el Equipo de Gestión detecte que hay retrasos o que hay desvíos de la ruta trazada.
Esto es mucho más fácil decirlo que hacerlo. En el camino aparecerán muchos obstáculos que hay que ir salvando, pero los más importantes serán aquellos que vienen como consecuencia de la resistencia al cambio. Quien gobierna la escuela actualmente, que es el sindicato de profesores, se va a oponer rabiosamente a esos cambios, y se presentarán múltiples situaciones conflictivas.
Los equipos de gestión necesitarán el apoyo decidido de las altas instancias del Minerd, y no estoy seguro de que lo tendrán plenamente, pues la ADP infunde terror entre los funcionarios de educación, pero, si las autoridades no asumen su responsabilidad, nada va a cambiar. En todos los cambios alguien resulta afectado, y en este no será la excepción.
Es inaceptable que el sindicato de profesores continúe gobernando las escuelas dominicanas. Creo que ha llegado el momento de poner a la ADP en su sitio. No es posible que esta continúe teniendo el poder de cambiar un calendario escolar aprobado por el Consejo Nacional de Educación, como ocurrió en diciembre pasado. De decidir si los maestros van o no a un programa de inducción o capacitación que necesitan para mejorar su desempeño, si llenan o no los registros, si se traslada o no un maestro, si se cambia un director o no. De programar asambleas y fiestas en los horarios de docencia, entre otras barbaridades que los altos gerentes que hemos tenido en el Minerd, le han permitido hasta ahora. Los sindicatos existen para defender los derechos de sus afiliados, no para decidir qué la organización, sea esta pública o privada, debe producir y de qué forma, referente a los bienes o servicios que ofrece.
Hay quienes sueñan con convertir a la ADP en un aliado para empujar, al alza, los indicadores de calidad educativa de la educación preuniversitaria, y así lograr que el país deje de seguir pasando la vergüenza de ocupar los últimos lugares en las evaluaciones internacionales que se realizan sobre este tema. Eso es un sueño, porque su naturaleza de sindicato no se lo permite. Un sindicato se crea bajo tres premisas: 1) Tenemos un enemigo común y debemos unirnos para enfrentarlo; ese enemigo es el patrón, que en este caso es el Minerd; 2) Tenemos que lograr reducir la jornada laboral; 3) Hay que sacarle la máxima cantidad de plata al patrón por nuestro trabajo.
¿En cuál de esas premisas encaja aumentar la productividad o la producción de bienes o servicios del Ministerio de Educación o de cualquier empresa donde haya un sindicato? Claro que, en ninguna de ellas, pero sí encaja a la perfección disminuir las horas laborales forzando la reducción del calendario escolar, mediante asambleas y fiestas en los horarios laborales, huelgas nacionales y locales, y una infinidad de ausencias y licencias injustificadas de maestros y gestores. Sobre sacarle la máxima cantidad de plata al patrón, es decir al Minerd, son continuos los reclamos de la ADP por aumentos salariales para los maestros, sin importar cuál es su desempeño, porque eso no tiene importancia para el ellos, y es entendible.
Es por ello que los llamo a no soñar, y concentrar todos los esfuerzos en lograr que el Minerd asuma su responsabilidad de gobernar la escuela, quitándole esa tarea a la ADP, y logrando que este sindicato se limite a sus actividades gremiales, y deje de meter las narices en cuestiones que son puramente académicas y competencia de las autoridades educativas. ¡He dicho!
POR MANUEL MATOS REYES